jueves, 22 de noviembre de 2007

Oración monológica

La tradición de oración judia es una oración centrada en la escritura, normalmente en un salmo o parte de él (como cuando Jesús repite Leví, leví, lamá sacactaní) o el Shemá, que el orante susura continuamente (el justo susura la ley continuamente).

En este sentido Jesús denuncia cierta moda de orar como los gentiles, como si al dar un largo y florido discurso Dios les oyera mejor.

El mismo Jesús ora en Getsemaní repitiendo las mismas palabras, de acuerdo a la manera judía de orar..

Los primeros padres del desierto buscaron en esta línea las palabras adecuadas para repetir en oración hasta que acordaron repetir Kirie eleison, Señor ten piedad. De ahí fue evolucionando la oración hesicasta, la tradición del la oración de Jesús con la invocación del Nombre de Jesús.

Así las siete peticiones del Padre nuestro es fácil entender que mas que la narración liturgica de las siete peticiones seguidas, Jesús propone orar con frases intensas y directas como Venga tu Reino, liberanos del Malo, etc. aunque en la asamblea cristiana de ore comunitariamente con todas las peticiones como conocemos.

De ahí la propuesta de orar separamente con cada petición, incluso utilizando preferentemente una de ellas cada día.

martes, 20 de noviembre de 2007

Venga tu Reino

El Reino de Dios es el tema preferente de Jesús. Dios nos regala su reinar en nuestra vida, aunque ese reinar no es al estilo de como lo entiende el mundo. Por eso no quiere involucrarse en las formas mundanas de gobernar. El Reino de su Padre no es de este mundo. Por eso no le va a salvar de la muerte.



El Reino de Dios esta con nosotros, no esta aquí o allá. Es un Reino no ubicado en unas coordenandas espaciales ni temporales. Jesús nos regala ese poder de Dios si le permitimos que su Espiritu Santo nos santifique, cumpliento la voluntad de Dios para cada hombre de que se santifique como el es santo. Ese es la buena noticia del Reino que ya está entre nosotros, que crece una vez desde ser una semilla de mostaza que ha sido plantada hasta llegar a ser un gran árbol en el que anidan las aves.

El anuncio del Evangelio de Reino es precisamente que Dios en Jesucristo nos ha querido venir a reinar, a regalarnos que no seamos subditos de la muerte, de sufrimiento, de la mentira, del odio, sino que reine en nosotros Dios, que es la vida plena.

Por eso Jesús es el reinar pleno, en él se nos muestra un hombre en que Dios reina plenamente en el amor. Dios se expresa en Jesús, y sabemos de Dios porque Jesús es su Palabra. Y sabemos que Dios es amor y lo que Dios quiere que seamos, su voluntad para cada uno, es que amemos como Jesús ama, hasta la plenitud de la cruz donde la vida por sus enemigos.

Por eso la petición más clara del Espiritu Santo, aunque en cada parte del Padre nuestro está presente, es esta del Reino de Dios, de la acción de Dios, del reinar de Dios. No es un reino geografico, sino la acción del reinar igual que la Palabra de Dios no es una cosa, un objeto, sino una acción en la que Dios te habla.

Le pedimos al Padre que nos dé lo que más quiere el Padre darnos, su Santo Espiritu para participar de lo que es Dios. Y para eso el Padre nos envía su Espiritu para que ore en nuestro interior, en nuestra sinceridad, en lo más autentico de nuestro corazón para que nos envie el mismo Espiritu Santo que nos hace clamar a Dios Papá. Y confiando en nuestra papaíto querido lanzarnos a permitir que haga su voluntad en su hijo, siendo criaturas nuevas recreadas en Cristo, en nuevo Adán, hombres nuevos nacidos de Espiritu en los que Reina Dios con su Espiritu Santo, siendo dóciles a las mociones del Espiritu de Cristo que vive hasta desarrollarse otro cristo que hace las obras iguales y hasta mayores que las del mismo Jesucristo, como nos anuncia el mismo Jesús.

El Reino de Dios es mas cercano que el Nombre del Padre. Es el mismo nombre del Padre, en mismo poder del Padre pero recibido en nuestra vida que se deja hacer, reinar, por el poder del Espiritu Santo. Del mismo modo que la voluntad de Dios es el reinar de Dios concretizado en lo que Dios quiere de cada hombre, haciendo lo mismo que hacen los santos del cielo. Y el pan con el que se alimenta Jesús es hacer la voluntad del Padre, y Jesús es su voluntad para cada uno, y alimentandonos del Pan bajado del cielo nos robustecemos creciendo hasta ser cada dia mas parecidos el Hijo de Dios al vivir en comunion con el Hijo Unico, creciendo en santidad y comunión con el que nos ha invitado a ser parte de su Cuerpo, para glorificar y santificar al Padre bueno.

domingo, 18 de noviembre de 2007

Santificado sea tu Nombre

Es la entrada en la oración que nos enseña Jesús. No es raro que parece una bendición a Dios, una entrada para iniciar la oración que se nos pasa desapercibida, pero en si es la clave por la que las demas peticiones tienen sentido.

En el Padre nuestro hay siete peticiones. Y cada una de ellas son pedidos al Padre en nombre de Jesucristo del Espiritu Santo. Pues el Padre nos da lo importante, lo bueno, lo imprescindible.

En esta petición nos unimos a Jesús en lo que fue la finalidad de su vida, santificar, glorificar al Padre. En la cruz santifico el Nombre, la persona del Padre. El Nombre es el Padre mismo. El es santo. No podemos aportar mas santidad a la que ya tiene el tres veces santo, absolutamente santo. Nuestra vida recibe del Padre el Espiritu que nos hace santos porque el Padre es santo. Y la respuesta a esta gracia glorifica al Padre, de modo que ya no deseamos nuestra santidad por razón de autosatisfacción, por mirarnos y enorgullecernos de nuestra santidad, sino en un movimiento de amor al Padre deseamos que nos santifique para que su Nombre sea glorificado y proclamado santo.

Por eso el la cruz la que fue la pasión de la vida de Jesús se cumplió plenamente, manifestando en la manera de amar a Dios y amarnos, según el Shema, la santidad del Dios. Y Dios le resucitó para que se cumpliera la palabra, haz esto y vivirás. Y cada uno de nosotros, en comunidad, recibimos por el amor que Jesús tuvo a su Padre y a nosotros, el Espíritu que nos permite por gracia participar en este amor que nos abre la puerta a la vida eterna en Dios, viviendo la resurreción desde ahora.

La santidad del cristiana consiste es una proceso que vive desde el día se su bautismo hasta que culmina en la perfección de su configuracion de Cristo. Y ese hombre nuevo que nace, crece y se desarrolla plenamente hasta igualar y hasta superar la obra de amor de Jesús ya no muere, sino que vive desde ahora hasta la eternidad proclamando la santidad de Dios con su vida, dando gloria al Padre santo.

Al proclamar santificado sea tu Nombre contemplamos a Dios en lo mas elevado de su ser. Y nos arrastra su ser santo a su santidad, dandonos gracia santificante, que es, segun San Agustin y San Juan de la Cruz, las unicas gracias que las da directamente Dios, sin intervenir angeles, y sin duda que sean de Dios o del demonio, como pasa con el resto de las consolaciones, fenomenos místicos, profecias, carismas, etc. que queda la duda si es o no de Dios. Pero la gracia santificante que infunde en el alma directamente por el Espiritu Santo para adelantar al cristiano en su santidad, en su cristificación, que es el fin de su vida en Cristo, es seguro que es de Dios, es el Reino de Dios en cada uno, la voluntad de Dios, todas las demas peticiones especifican la petición del Espiritu Santo para que nos santifique según Cristo.

En cada parte del Padre nuestro pedimos el Espiritu Santo, pero en cada parte hay una encarnacion del Espiritu, una cercania a nuestra realidad, personal y comunitaria.

En esta primera petición está la mayor manifestacion de Dios como es, santo, en el Reino ya es más cercana, porque es la soberanía de Dios en cada uno, que reina en nosotros. La voluntad se manifiesta su reinar en cosas concretas, en que quiere el Padre de cada uno y de su comunidad, en el pan le pedimos a Jesus para que nos alimente para hacer su voluntad, el pan del cielo que nos nutre, el pan que nos dará eternamente, el estar unidos a Jesus el pan del cielo. Después descendemos a nuestra realidad, nuestras deudas, nuestras tentaciones y nuestra necesidad de liberación del Maligno, cada una pedimos al Padre el Espiritu para que actue encarnandose en nuestra mas intima realidad, como Jesus descendio hasta vencer al Maligno que nos tenia atados a la muerte.

En el bautismo Jesus, por el poder que dejo en su Iglesia, vence por primera vez el poder del demonio en nuestras vidas. Y el resto de la vida del cristiano, segun va creciendo en Cristo, son victorias en la que nos vamos liberando del poder del mundo segun vamos creciendo en Jesús, no antes de tiempo, pues puede ser contraproducente, sino a medida que vamos desarrollando el hombre nuevo, que es Cristo en cada uno, que somos realmente lo que somos de verdad, lo que Dios penso que fueramos cuando nos creo, una criatura a imagen y semejanza a él, que participase de lo mas intimo de su ser Dios, el amor. Y el espiritu del Mal lo que hace, como asesino y mentiroso que es, es matar, enajenar nuestro verdadero ser y decirnos que somos quienes no somos. Por eso el Espiritu Santo, que viene a darnos vida y verdad, nos lleva a ser lo que realmente Dios nos proyectó que fueramos. Y esta es la santificación de Dios, participar de su ser santos para proclamar con nuestras obras abundantes que El es santo.

sábado, 17 de noviembre de 2007

Padre nuestro que estas en el Cielo

Es la invocacion al Padre de Jesucristo, que nos ha hecho por su resurreccion hijos adoptivos, haciendonos participar de su ser Hijo Unico del Padre, en hijos de Dios que unidos a Jesus viven por medio del Espiritu Santo la vida de hijos de Dios, pues el Espiritu que Jesus nos envia desde el Cielo nos hace llamar Papá, Abba, a Dios.

Padre nuestro,

Dios nos ha regalado en Jesucristo el poder llamarle Papá, Abba.

Los discípulos de Jesús aprendieron a orar como les enseñó su Maestro, nuestro Maestro.

Y aunque el Evangelio esta en griego, la palabra Abba, Papá, debió ser tan habitual en Jesús llamarle Papá que los discipulos lo recordaron y lo trasmitieron y que por eso asi nos lo han dejado escrito en los Evangelios.

Oremos con la oración que Jesús nos enseñó.