martes, 26 de octubre de 2010

a ORAR

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Siete minutos
Solo te voy a robar 7 munutos
Cada minuto ora con cada petición de Padre nuestro
Santificado sea tu Nombre, Padre santo, Padre que me quieres santo porque me amas y quieres lo mejor para mi. Asi con cada petición. Hablandole con sinceridad, desde tu verdad pobre y pecadora y amada por el que sabe de ti, tu Padre santo. Unidos a Jesús, en el Espiritu que clama Abba, que nos hace participar de ser hijos en el Hijo Unico de Padre bueno.

Y me comentas que tal te ha ido. Bendiciones

jueves, 21 de octubre de 2010

Contemplar a Jesucristo

Al orar con el Padre nuestro nos dirigimos al Padre de Jesús. Y sólo en la contemplación de Jesús, de la vida, el evangelio, la Palabra de vida, su acción resucitadora, su amor a Dios y a nosotros, su brindarse a estar con nosotros para siempre, su presencia, su estar de amigo que nos acompaña y carga el yugo junto a cada uno. Solo en la contemplación de Jesús muerto y resucitado, presente en su Iglesia de la que somos miembros y en la que quiere que nos unamos mas perfectamente a El para que nuestra vida sea la suya, para que participemos mas intensamente cada vez de su ser Hijo. Solo en Jesús sabemos algo de Padre, justo lo que Dios nos ha querido comunicar, su Palabra hecha carne. Un hombre amando mas que a su propia vida a Dios y a nosotros. Esa es la Palabra de Dios. Asi es Dios, amor a un nivel incomprensible. Amor que nos arrastra a amar. Eso quiere que seamos. Amantes de Dios y del prójimo.

Asi al acercarnos a Jesús conocemos al Padre bueno, que hace salir el sol sobre todos. Que nos envia el Espiritu porque el lo bueno que tiene para darnos. Lo unico y lo mejor. Participar de su vida. Y en el Padre nuestro le pedimos que ese espejo que es Cristo nos muestre nuestro pecado y la accion del Espiritu que nos va a cristificar, acercarnos a Jesus en santidad, hasta llegar a su estatura en fe, en la fidelidad que Dios nos ama siempre, y que nos quiere hacer vivir plenamente su promesa de hacer hijos de Dios que aman en el nivel que Jesús amó en la plenitud de su vida, en la cruz donde cumplió plenamente la voluntad de su Padre, que era su alimento, su vida.

En esta esperanza, esta fe y este amor, que recibimos de Jesus resucitado, contemplamos por el Espiritu al Padre al que pedimos ese misma acción del Espiritu que nos cristifica para glorificar al Padre y empezar desde ahora a vivir en el Cielo que nos tiene pensado para cada uno porque nos ama.