Cuando Dios resucita a Jesús de su tumba, suscita en el momento de su resurreción una fuerza de salvación de la es Señor. De manera que aquel que se acerque por la fe a Jesús, queda incorporado a esa acción del Espiritu, que forma la Iglesia, que es un saco de salvación que Dios suscita y sostiene para cristificar, hacer hijos de Dios en el Hijo. Para extender su Reinar, para preparar a los hombres que ha elegido y que han permitido esta elección para la siguente etapa, el cielo, la vida en la que seremos como es Jesús, porque le veremos, o sea estaremos en comunión con él en la siguiente etapa de existencia, en eterno crecimiento hacia nuestro Dios inconcebiblemente grande y majestuoso.
Por un lado vemos desfasadas varias limitaciones. Una la de nuestra concepción geocentrica que hace de la tierra el marco de actuación de Dios, y que por lo tanto en tiempo y lugar de la Encarnación establece como culminacion de la historia y de la realidad de la Creación a Jesús, y este resucitado. La Tierra al ser nada mas que una mota de polvo de estrellas de un universo ya no seria ese lugar privilegiado que mira todo el universo, o universos, dimensiones, realidades, etapas de conciencia, etc. Sino que su absolutez vendría en funcion de nuestras necesidades. No hay bajo el cielo otro nombre por el que podamos salvarnos. Y eso, al menos en nuestro entorno cristiano, es verdad. Y que Jesús ha sido constituido Señor y Juez sería tanto mas verdad cuanto no existe en nuestra vista otra puesta abierta al cielo.
Sería complejo establecer relación entre ámbitos de salvación. Ni siquiera sabemos establecerlos entre los puramente terrestres, para arriesgarnos a hacer teorias sobre otros cristos de otros planetas o planos de existencia.
Sabemos poco. Porque somos mas pequeños de lo que creimos un dia cuanto las mitologias cristianas cumplian esa funcion tranquilizadora que los niños necesitan de sus cuentos. Y Dios es mas grande de lo que habiamos concebido cuando habia pensado solo en un cielo y este casi amaestrado, con nuestra Madre Maria, nuestro San Francisco y otros santos registrados, donde viviriamos eternamente. Dios que sabe el numero de nuestros pelos, asi como otras infinitudes como las particulas cuanticas de todos los atomos. A ese Dios le corresponde ser Dios, ser infalible y omnisciente. Nosotros, ser su Iglesia que hace su voluntad., en comunion con el que hace su Voluntad, Jesus, para gloria de Dios Padre. Amen
jueves, 15 de septiembre de 2011
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